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ESPAÑOL
Buenas noches
Ya es hora de irse a dormir. La ovejita Sueñecita y sus hermanitas están metidas en
sus camitas. Pero Sueñecita no se puede quedar dormida pues hay algo que no es
igual que siempre. Dirige la vista a la ventana y mira en dirección al cielo.
—La luna parece triste—piensa Sueñecita—y su luz tiene muy poco brillo. —La luna,
con su suave luz de duermevela, acompaña cada noche a Sueñecita mientras se va
quedando dormida.
—Tengo que consolarla—piensa Sueñecita saltando de la cama sin hacer ruido para
no despertar a sus hermanas. Se acerca a la ventana y le susurra a la luna:
—Hola, luna, ¿por qué estás tan triste? La luna suspira: —¡Ay, ovejita, ¿es que no lo
ves? Estoy completamente sola. Todas mis amigas, las estrellas, han desaparecido.
—Pero ¿adónde se han ido las estrellas? La luna vuelve a suspirar. —Las luces de la
Tierra les parecieron tan bonitas que también quisieron brillar ellas mismas junto a
esos vivos colores. Así que se arrojaron todas a la Tierra y se han quedado allí caídas.
—No estés tan triste, mi querida lunita. Te voy a ayudar y juntas conseguiremos
que regresen a su lugar en el cielo.— Y Sueñecita se vistió más rápida que el rayo y
se puso a buscar las estrellas. En el jardín vio brillar una luz debajo de un arbusto.
Sueñecita se fue corriendo hacia allí, apartó algunas ramitas y miró a ver qué era.
Había una estrellita toda triste, sí.
Sueñecita le habló: —Estrellita, ¿qué te ocurre? ¿Por qué estás tan triste?
La estrellita le respondió afligida: —Había tantos resplandores de bonitos colores en la
Tierra. Quise brillar con ellos. Pero ahora echo mucho de menos a la luna. Me gustaría
volver a brillar con ella allá arriba. ¡Ojalá pudiera estar otra vez en el cielo!
—Quizá yo pueda ayudarte. Vamos a probar.
Sueñecita cogió con todo cuidado a la estrella. Luego se colocó en el centro del jardín,
se dio impulso en los brazos y arrojó la estrella con todas sus fuerzas a lo alto en
dirección al cielo. Supercontenta de estar de nuevo en el cielo, la estrellita comenzó a
resplandecer con mayor intensidad que nunca.
Sueñecita se puso a buscar rápidamente a las demás estrellas. Miró junto al columpio
y también debajo del manzano. Encontró una estrellita triste incluso en el cajón de
arena de los juegos. Sueñecita rastreó todo el jardín y así fue encontrando una a una
todas las estrellas. La ovejita las fue impulsando una tras otra hacia el cielo. Con cada
estrella que llegaba, el cielo se iba volviendo más y más luminoso. También la luna
se iba alegrando y resplandecía todo lo intensamente que podía. Desbordante de
alegría, la luna le dio finalmente las gracias a Sueñecita.
—¡Muchísimas gracias, ovejita. Ahora todo vuelve a estar como antes. Pero ve
corriendo a tu camita, anda. Después de todo el trabajo que has hecho debes de estar
muy cansada.
Sueñecita se dio cuenta entonces de lo cansada que estaba. Feliz de haber ayudado a
las estrellas, entró de nuevo en la casa y se metió rápidamente en su camita. La ovejita
miró una vez más por la ventana hacia la luna y dijo: —¡Buenas noches, mi querida
luna! ¡Buenas noches, mis queridas estrellas!— Y entonces cerró sus ojos y se quedó
dormidita con el rostro lleno de satisfacción.
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